Impresiones de una visita
Por Teódulo Blanchard Frías
Durante décadas los visitantes al parque municipal de San Antonio de Guerra se han preguntado sobre el origen de los otrora imponentes árboles de anacahuita que flanquean las esquinas de este espacio verde. La respuesta parece estar en este artículo publicado en el Listín Diario en 1987 por Teódulo Blanchard Frías.Blanchard fue una figura emblemática de la historia de San Antonio de Guerra. Ocupó funciones públicas importantes y publicó numerosos escritos entre artículos, poesía, historia y ciencia. Nació en Las Matas de Farfán el 24 de febrero de 1905 y falleció en Santo Domingo Este el 18 noviembre de 2005, habiendo sobrepasado nítidamente los 100 años de edad. A continuación su artículo, en el que relata una nostálgica visita a su querido pueblo de San Antonio de Guerra en 1987:
“Hace algunos días que fui a Guerra -digo que a San Antonio de Guerra, para evitar el retruécano-. Hacía tiempo que sentía una vaga nostalgia por el pueblo donde viví tantos años. Donde gocé y sufrí, con balance favorable para el gozo. Como ya no tengo casa allí me senté en el parque, bajo uno de los árboles que yo mismo sembré hace más de cinco décadas. En el parque que Pedrito Castillo y yo trazamos siendo Síndico don Gerardo Amador. Allí, frente al parque está el Subcentro de Salud, dependencia de la Secretaria de Estado de Salud Pública y Asistencia Social, ubicado precariamente en el pequeño edificio que fue sede de la Junta Comunal del Partido Dominicano. Con el renovado interés de que ningún guerrero muera por falta de asistencia médica antes de cumplir los cien años, me acerqué a ver cómo funcionaba dicho centro de salud. Quedé bien impresionado: limpio el local, atentos los médicos, diligentes las enfermeras, disciplinados los que esperaban ser atendidos: un humilde centro de salud con moral de un centro grande. Me recibió el director del centro, recientemente nombrado, doctor Luis Santo Castillo Serra, médico joven, competente y entusiasta en el cargo que le ha sido confiado. Me dio cifras: en días normales, cuando no se presentan brotes epidémicos, unas 48 atenciones en medicina general, 50 en pediatría, 35 en gineco-obstetricia, 32 emergencias. Es decir, un total de más de 4 mil atenciones mensuales. Esta labor la realizan 7 médicos, 7 enfermeras, un laboratorista, una encargada de la farmacia. Se agregan, además, una educadora para la salud, un inspector sanitario y un archivista. El personal administrativo está compuesto por el administrador, un secretario oficinista y un mensajero. Dentro del personal de planta está una cocinera, una lavandera y un sereno. El local luce pequeño y congestionado para la atención de los servicios médicos, además de la pediatría, el control de niños sanos, la planificación familiar, la vacunación, etc. Ya se impone ampliar la planta física o construir otra adecuada para los servicios médicos, y dotarla de algún equipo que hace falta, tal como un freezer y una nevera, un autoclave y una mesa para partos, un espectro-fotómetro, una balanza y un infantómetro. Guerra está a unos 26 o 27 kilómetros de la Capital. En caso de emergencia se pide por radio una ambulancia que siempre llega, pero en circunstancia de suma urgencia la distancia es peligrosamente decisiva. Quiere esto decir que el Subcentro de Salud necesita también una ambulancia. Cuando voy a Guerra no puedo dejar de visitar la iglesia donde yo oficié como clérigo de mi tío, el Padre Antonio Blanchard, en algunos de sus cuarenta años en que fue Cura de Almas de aquella parroquia. En la iglesia, San Antonio y yo nos tratamos de tú y cambiamos secretos como viejos camaradas. Otra cosa vi, con gran tristeza, la hermosa y famosa laguna de Guerra seca ya, porque a un síndico que no era de allí se le ocurrió secarla para sembrarla de arroz. La gente de Guerra no se distingue por su romanticismo, pero aún así, las generaciones anteriores deben sentir la nostálgica ausencia de su laguna”. (Listín Diario, 9 de octubre de 1987)