Ciudad del Vaticano. EFE
El papa Francisco ofició hoy la misa de Jueves Santo que rememora la Última Cena y, emulando a Jesús, lavó los pies de doce detenidos que cumplen condena en una cárcel de la zona romana de Rebibbia por diversos delitos. Los doce reclusos protagonistas de la ocasión fueron seis mujeres y seis hombres procedentes de Ecuador, Brasil, Italia, Nigeria y Congo. A las 17.30 hora locales (15.30 GMT), el papa Francisco llegó a la cárcel de Rebibbia para oficiar la misa de «In coena domini» («La Cena del Señor») en este Jueves Santo que rememora la Última Cena y la oración de Cristo en el huerto de Getsemaní, que estuvo sucedida por su arresto y posterior calvario. A su llegada, fue recibido por los aplausos y gritos de cientos de reclusos de esta penitenciaría romana que, emocionados, intentaron acercarse a Francisco para recibir un beso suyo y también su bendición. Tras el saludo inicial, el pontífice argentino se dirigió al interior de la iglesia «Padre Nuestro», de Rebibbia, donde de nuevo fue acogido con ilusión por los presentes que pidieron con insistencia poder besar su mano. De los 2.100 reclusos de la cárcel de Rebibbia, en esta iglesia pudieron estar presentes 300, el mismo número de hombres que de mujeres, además de los hijos menores de 15 madres condenadas con las que comparten su vida en esta cárcel. En su discurso, el pontífice argentino recordó que «el amor de Jesús no tiene límites» porque «Jesús no se cansa de amar, de perdonar, de abrazarnos», dijo.